Prólogo

Augusto Munaro

Cuatro series de poemas, unas cuarenta piezas hacen de este Vuelo de abeia, un tour de force sin precedentes. Suerte de danza aérea que se contrae, y expande piel adentro, al valle de las emociones. Poeta sin linaje ni filiación, Carolina Doartero se vale de sí misma y de su búsqueda incesante para decir su verdad, sin por ello mostrar signos de soberbia. Al contrario, brinda con ese modo de mirar / con todo el ser, un extraño equilibrio al borde del desborde.

Una poesía que se desliza en el asombro, tejiendo versos movedizos a través de ese enigma vivo, el instante que se (des)vive naciendo, y cuya pulsión crea espacios, puertas a más vida. La percepción de lo real como una posible y permanente manifestación de lo poético (es decir, las palabras y sus múltiples sentidos; la posibilidad siempre presente de bucear en sus repliegues). Las evocaciones que suscita no llegan a restablecer un orden cerrado. Se trata de una voz multiplicada que se despliega y parece bastarse a sí misma.

Como en las pinturas de Yves Tanguy, las mejores imágenes del libro a menudo apelan a la materia en el espacio y a una especie de onirismo sin sujeto. Hay pájaros, y cielos, mares, y cuerpos que se desplazan a orillas del vacío. Duales, no son ni falsas ni verdaderas. Sugieren con precisión el efecto dinámico del sueño casi sin relato ni acciones, la sensación de esos mundos concretos que se disgregan poco antes del despertar.

Así, con humildad y apertura, la poeta desanda un camino y lo ilumina a través de versos punzantes: es —al fin y al cabo—, el cuerpo el que aprende. Un alma de doble hilo // en la urdimbre de un cuerpo / se enreda con otros // deshilachada / cae / en el lecho de hebras / del alma de la tierra // unida a todo / atada a nada / se pierde en la trama // la rueca gira / y ella espera / el corte de Atropo // la inevitable.

Ágil arquitecta de lo leve, su programa exige un sentido siempre en movimiento. Y es en esa operación donde despliega una poética de trazo siempre unitivo. Lirismo —entendido—, como pócima de luz.